Peugeot 407: Contigo a Alcalá-Meco
Después de una jornada como la de ayer, una democracia tarda en recuperarse, y vamos a andar aturdidos un tiempo

Ignacio Peyró: "Peugeot 407: Contigo a Alcalá-Meco"
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Después de una jornada como la de ayer, ya casi parece que un gran político es aquel que no se ha pulido en whiskerías la hucha de las pensiones, y que, para jactarse de una trayectoria pública ejemplar, solo se requiere no tener muy revueltos los antecedentes penales.
Sí, después de una jornada como la de ayer, una democracia tarda en recuperarse, y vamos a andar aturdidos un tiempo, porque -por usar una expresión ajustada a la crudeza de los hechos- nunca hemos visto tanta mierda estallando a la vez. Solo nos ha faltado que retransmitieran en streaming el delito. Si el Peugeot 205 te llevaba -según la publicidad- al fin del mundo, parece que el 407 te lleva a Alcalá-Meco.
Es triste saber que vamos a hablar muchos meses de Koldos y Cerdanes. Pero también sería triste que Koldos y Cerdanes nos impidieran hablar de un justo de la política, José Enrique Serrano, la semana que hay que hablar de él porque se acaba de morir.
Con Serrano no solo se ha ido un fontanero de leyenda, el guardián -con tantos presidentes- de los secretos de la Moncloa, un hombre discreto en tiempos exhibicionistas. También se ha ido un socialdemócrata íntegro y cordial, un español preocupado y generoso, un político que fue un lujo para el PSOE y mereció todo el respeto del PP.
Mientras nuestra vida pública reproduce la Ley de Enjuiciamiento Criminal, Serrano nos deja el recuerdo de que otra política fue posible y el anhelo de que quizá sean posibles otros políticos.